No soy una sobreviviente directa de violencia, pero sí he sido testigo. Soy abogada, y en mi trabajo he visto de cerca cómo las violencias marcan vidas. He escuchado historias que duelen y he sentido el peso del silencio de quienes ya no tienen fuerzas para hablar.

Entendí algo esencial: la dignidad, aunque golpeada, nunca desaparece del todo. Y con el tiempo descubrí que la justicia, sin empatía, no alcanza. No basta con llevar un caso o dar asesoría legal si no hay alguien que escuche de verdad.

La justicia también es presencia. Es respeto, es mirar con el corazón. Ahí comprendí que mi papel no era solo ejercer el derecho, sino humanizarlo. Darle sentido. Ponerlo al servicio de quienes más lo necesitan.

De ese compromiso —y del amor más profundo que conozco, el que siento por mi hija Isabella— nació esta Fundación. La llamé así por ella, sí, pero también porque representa lo que soñamos: un futuro donde cada persona pueda vivir con libertad, seguridad y dignidad.

Un lugar donde nadie esté solo. Donde siempre haya alguien que acompañe. Aquí defendemos derechos y abrazamos historias. Escuchamos con respeto, no con juicio.

Brindamos apoyo jurídico, emocional, psicosocial y humano. Y creemos firmemente que sanar es posible cuando hay red, cuidado y voluntad. Aquí hay espacio para ti.

Sin importar tu género, edad, nacionalidad o si estás privada(o) de la libertad. Si vives en lo rural o lo urbano, si alguna vez te sentiste invisible o incomprendida: Aquí te escuchamos. Aquí tu vida importa.

Elegí ser agente de cambio no desde el privilegio, sino desde la convicción. Porque nadie debería cargar su dolor en soledad. Porque todas las personas merecen una oportunidad para sanar y empezar de nuevo.

Por eso, hoy quiero invitarte a sumar. A que, desde donde estés, te unas a esta red de personas e instituciones
que creen en el cambio real y posible.

Porque lo que hacemos funciona: Acompañamos con profesionalismo, calidez y amor, y eso, transforma vidas. Cambiar el mundo empieza con actos pequeños. Con decisiones valientes. Con personas como tú. Yo decidí hacer de eso mi camino.

¿Y tú? ¿Te animas a ser parte de esta transformación?